Todo empezó hace 17 años…


Todo empezó hace 17 años…




Dibujo de Vicki Knoll


Con este relato Jaume gano el concurso de relato libre WA 2019. Se trata de una típica historieta del oeste, pero con un toque de ciencia ficción. Así, Jaume ha mesclado a la perfección dos de sus géneros preferidos, el wéstern con la opera galáctica. Esperemos que la disfrutéis. 


Todo empezó hace 17 años…



El forastero llegó en una calurosa mañana de abril, una mañana como cualquier otra en aquel pueblo alejado de la civilización. Portaba vaqueros anchos, americana, poncho marrón y botas y sombrero de vaquero. Bajo el ala, se escondían unos marchitos ojos azules, apagados por los años que habían pasado ante ellos.

En aquel pueblo perdido entre la tierra yerma, vivía poca gente. Todos se conocían, y los extranjeros, destacaban aunque quisieran pasar desapercibidos. Pero aquellos que solo estaban de paso no causaban apenas alteración en la vida de aquellos pueblerinos, eran meros extranjeros. Reastwood fue un caso diferente, a mediad que pasaron los días paso de extranjero a forastero, y aquella sutil diferencia suponía un cambio abrumador en su condición, pues los extranjeros estaban de paso, pero los forastero buscaban algo, y para las gentes de allí aquello era sinónimo de problemas.  

Reastwood no era ni siquiera un forastero cualquiera, de aquellos que se podían tolerara, no, era de hecho un caza recompensas, un detalle que el mismo delató cuando el tabernero le preguntó por sus intenciones.

-busco a un hombre – dijo sin ningún pudor.

El propietario del “Caballo Celeste” posada y taberna del pueblo, anarco el entrecejo preocupado. Varias cabezas se levantaron y le miraron, ojos ancianos, ojos jóvenes, ojos de cristal se pusieron sobre él, disimuladamente.

-¿a un hombre? – preguntó el posadero inocentemente.

-busco a los Flack.

-¿a los Flack, y como lo encontraras si siempre estas por mi taberna?

-ellos vendrán a mí, porque tengo algo que buscan – contestó solamente.

Se molestaba mucho en recalcar aquello siempre que le preguntaban sobre el tema. “ya has encontrado a los Flack” le preguntaba el tabernero a menudo, o algún lugareño a modo de mofa, a lo que él siempre respondía “ellos vendrán a mí, porque tengo algo que buscan.

Neowester, un planeta alejado de la mano de los dioses, un mundo de arena olvidado. Allí, la escasa ley que imperaba era mantenida por aquellos hombres, los cazadores de recompensas que vagaban por los vastos yermos o las montañas ensombrecidas. Ellos eran la verdadera ley, él era la ley, una ley establecida a disparo de revolver crador. Quizás era aquel respeto que imponía su figura, el que había impedido que los lugareños se le echaran encima, como hacían con todos los forasteros que allí llegaban.

Pasó los días en la barra de la taberna, bebiendo whisky y fumando puros. Alguna vez se molestaba en tomar algún baño caliente, o a fornicar con alguna moza local. A medida que pasaba el tiempo, las caras de los lugareños eran más sombrías, y sus miradas mas inquisitivas, hasta que una soleada tarde de mayo aparecieron los tres forajidos, todos hombres de Flack.

Eran grandes, eran feos. Portaban bigotes poblados y dientes negros. Su pelo estaba lleno de grasa, y sus ponchos descoloridos, repletos de polvo. Se acercaron a él, le reconocieron de inmediato.

Uno de ellos se sentó a su lado, era el más bajo y peludo. Los otros dos permanecieron a una distancia prudente. Reastwood no se inmutó.

No fue así con los demás presentes. Muchos se fueron de la taberna, sabedores de lo que se avecinaba, otros dejaron de jugar a cartas y se quedaron expectantes tras las robustas mesas de madera.

No solo estaban mal vestidos, también olían mal. El olor a alcohol era incapaz de apagar su fétida peste a sudor. Tan solo el más bajo, parecía presentar un aspecto y olor más decentes.  Eran sin duda forajidos montañeses, de aquellos que vivían al margen de todo.

-forastero, te apetece que te invite a un trago – dijo el hombre bajito.

Reastwood le miró brevemente, antes de lanzar su puro al suelo. El ambiente era frio, casi helado, y a pesar de las palabras amables había una tención escalofriante.

-no alarguemos las cosas innecesariamente – contestó el llanero solitario.

El hombre bajito sonrió. El tabernero le trajo su cerveza. El hombre bajito sorbió un trago antes de seguir.

-está bien forastero, lo tienes. No está mal prometer algo que no se puede cumplir.

-yo nunca he prometido nada – sentenció.

Aquella respuesta alteró a los presentes. El tabernero se echó atrás, aun con una copa en su mano. Su bigote gris y las pequeñas gotas de sudor de su calva parecían haberse congelado, al igual que las arrugas de su rostro, que reflejaba más preocupación que el de todos los presentes juntos.

-tienes algo que buscamos, no es así.

-aun no – contestó con una sonrisa.

Desenfundó su revólver con la velocidad del rayo. El joven Tom Flack había hecho lo propio, pero fue Reastwood quien disparó primero. El rayo verdoso de su crador hizo estallar la mano del hermano Flack, con su revólver incluido.

Inmediatamente el caza-recompensas se agachó, dejando que los disparos de los forajidos pasaran por sobre su cabeza. Rodó por el suelo, y rápidamente ayudándose de un taburete se incorporó, tan solo para de un salto pasar tras la barra.  Veloces disparos pasaron a escaso centímetros de su cabeza.

Los gritos de dolor de Flack se oían por toda la taberna, y entre lamentos el pobre hombre iba de un lugar a otro, tapándose su sanguinolento miembro con todos los pañuelos que encontraba. Los pocos lugareños que quedaban se habían escondido bajo las gruesas mesas de madera.

Los forajidos, desesperados disparaban sin cesar contra la barra. Astillas de madera sobrevolaban el aire de forma incesante, mientras que el tabernero, agachado junto a Reastwood apretaba con fuerza una bandeja de metal mientras miraba al cielo, pidiendo a los dioses que aquello acabara.

Su deseo se cumplió. Los disparos cesaron brevemente. Reastwood oyó como las baterías caían al suelo, y no dudo en salir de su escondrijo con sus dos revólveres crador en mano. Dos rayos láser surcaron el cielo, uno voló la cabeza de uno de los forajidos, el otro le hirió el muslo del restante enemigo.

El forajido superviviente soltó su revólver y se llevó una mano a su pierna. Rápidamente, cuando la adrenalina empezó a mitigar su sensación de dolor, miró al suelo, y alargó su brazo para recoger su revólver.

Reastwood negó con la cabeza.

-no es una buena idea – dijo con una sonrisa.

El forajido lo dejo estar. Los aullidos de Tom seguía de fondo.

Con una señal de su revólver, Reastwood invitó al forajido a salir de la taberna.

-dile a Willy Flack que venga, tengo algo que busca, a su hermano, y si no viene él en persona lo matare.

El forajido aceptó con la cabeza antes de marcharse rápidamente del local. Pronto se escucho el ruido del motor de su moto, mientras el llanero se acercaba al hermano Flack. Tom apretó los dientes y miró al imponente caza-recompensas.

-marchaos – ordenó Reastwood a los presentes.

Los lugareños, uno tras otro, fueron saliendo del local.

-tú no – dijo el llanero.

El tabernero se quedo petrificado, y lentamente regresó tras la barra. Reastwood agarró al hermano Falck de su camisa, y lo arrastró hasta uno de los taburetes.

-esta vez invitó yo – dijo el llanero.

El tabernero se apresuró a servir dos jarras de cerveza. Sus manos, temblorosas le juagaron más de una mala pasada, pero Reastwood fue paciente.

-mi hermano te matara – amenazó Tom.

Los hermanos Flack, se habían convertido en una pequeña leyenda. Habían robado de costa a costa. Alguna diligencia, algún tráiler de comerciantes, pero aquello no le hacía más que simples salteadores de caminos. Sus fechorías crecieron con el tiempo, la mayor de ella era el robo del bando de Bahia Roja. Pero aquello no era lo que había atraído al caza recompensas.

No ofrecían más que un puñado de neodolares, la moneda local, por sus cabezas ¿y entonces, porque estaba allí aquel llanero solitario?

-maldita sea, me duele – se quejó el hermano Flack.

Reastwood sacó su reloj de su bolsillo, lo abrió, había algo en su interior, una imagen descolorida. Lo cerró, ya hacía una hora que el forajido había abandonado la localidad.

-maldita sea, deja que vaya al matasanos – se quejó nuevamente el hermano flack.

-no – contestó él.

-diablos, te pagaremos el tripe de la recompensa.

Reastwood no contestó. Agarró su puro, y lo acarició con sus dedos. Le gustaba hacer las cosas con tranquilidad, vivía en un mundo convulso y veloz, él debía serlo en muchas ocasiones y le gustaba degustar el paso del tiempo cuando tenía la oportunidad. Se llevó el puro a sus labios.

-todo empezó hace diecisiete años – empezó a relatar cuando escucho las motos acercándose – una joven mujer iba de Scrontbeach a littelzul en una pequeña caravana. No era una caravana demasiado ostentosa, era de gente humilde. Pero no llegó a su destino, unos saqueadores de caminos la asaltaron, robaron poco pero mataron mucho. Se divirtieron asesinando a los hombres y violando a las mujeres. Esa chica murió.

-pero que me estas contando – gruñó Tomas desconcertado.

-fueron nueve los asesinos, nueve enmascarados. Nadie sabía quiénes eran. El único superviniente los describió vagamente, el único rasgo visible era un ojo rojo en uno de su rostro. Un ojo bionico, parecía una pista fácil que seguir, no haya muchos en Neowester. Aun así un padre tardó diecisiete años en encontrar a aquel hombre, pero no consumo su venganza hasta que aquel hombre no le revelo los nombres de los ocho forajidos restantes, ahora ya dispersos, pero, aun vivos.

Los ojos de Tomas se abrieron como platos, sabía lo que significaba aquella historia. Un recuerdo regreso a su mente, había saqueado tantas caravanas cuando era joven, y violado a tantas jóvenes.

-a saber; Terens Trencko, Thomas Tomsosn, Woody alberhood, Jhony Mortha, Antonio Gomez, Grey Hewkins, Alison Bolsonar, y los hermanos Flack.

Reastwood dejó caer su puro al suelo, y acercó su mano a su revolver crador. Se escucho como los recién llegados desmontaban de sus motos, y el ulular de los triacuervos al verlos llegar. Tomas se lanzó al suelo y empezó a correr hacía la salida de la taberna.

-Willy, Willy – gritaba desesperadamente.

Reastwood disparó. El cuerpo de Tomas surcó el aire y cayó al suelo muerto, con un agujero humante en su espalda. Los triacuervos echaron a volar. Y luego, se hizo el silencio.

-y el padre no descansara hasta cobrar su venganza, primero fue Terens Trencko, después Tomas Flack – concluyó antes de levantarse del taburete.

Alzó sus revólveres, el silencio se prolongó un tiempo hasta que tres sombras aparecieron ante la puerta. Disparó, abatiendo a una. Se echó a un lado, esquivando los disparos de la segunda. El llanero disparó, y voló un hombro a su enemigo.

Apoyado contra la barra, dejo que varios disparos destruyeran aun más la madera, antes de sacar la cabeza. Un disparo le lanzó el sombrero por los aires, él contraatacó, matando al forajido.

Miró a los tres cadáveres, ninguno era Willy. No esperaba menos de aquel cobarde. Se acercó a su sombrero, lo agarró y se lo puso. Avanzó entre los charcos de sangre y los cuerpos muertos, y salió de la taberna.

Los estaban esperando, Willy, en medio de la calle. Al principio, una sonrisa dominaba el rostro del hermano, pero cuando le vio aparecer, rápidamente se borró. Había estado tan seguro de que la batalla de la taberna había acabado en la victoria de sus hombres, que no había ni desenfundado su revólver.

El sol estaba alto, los pueblerinos expectantes. Las manos de Willy se posicionaron cerca de la culata de su arma. El ulular del viento era el único ruido que interrumpía aquel largo silencio, nada más.

-todo empezó hace diecisiete años – empezó diciendo Reastwood.




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